Ni un mirandés más cabía este sábado por la tarde en una plaza de España que no hizo más que votar. Y es que tras un multitudinario Bombazo chiqui en el que calentaron motores, los mirandeses esperaban para escuchar uno de los sonidos más emblemáticos: los mazazos de un Bombo recién resurgido del Ebro.

Los actos comenzaron con la resurrección del bombo del río Ebro, en el que cientos de mirandeses acompañaron a la imagen de San Juan ataviados con sus blusas y pañuelos. No faltaron los bombistas mayores que no dejaron de aporrear con sus mazas. Mientras, como manda la tradición, la Orden del Bombo rescataba del río este emblemático instrumento, que tras un año de espera por fin ha vuelto a ver la luz.

Al mismo tiempo, miles de mirandeses esperaban impacientes la llegada del Santo y del Bombo en la plaza de España. Una espera que no se hizo larga porque la música y las ganas de fiesta caldeaban el ambiente.

La locura estalló cuando entró en la plaza de España la imagen de San Juan y el esperado Bombo. En la balconada del Ayuntamiento los Sanjuaneros mayores no podían esconder la emoción. Anthea Fernández y Cristian Valle se convirtieron, junto al Bombo, en los protagonistas de la tarde.

El Bombo se asomaba al balcón y de nuevo estallaba el bullicio y los gritos. Y también la emoción. Sobre todo de Cristian, que no dejaba de acariciar al instrumento antes de empezar a ritmo frenético a aporrear sin parar. Señalando al cielo y ataviado con su boina, dedicó el Bombazo a su padre, Constan, que durante más de 35 años fue el encargado de colocar los pañuelos a los leones de la ciudad.

Al grito de «¡ese bombo!» los mirandeses acompañaron durante varios minutos a sus sanjuaneros, que inundados de sentimiento mirandilla, no podían parar de golpear, en uno de los Bombazos más largos de los que se recuerdan.

El presidente de la Cofradía, Roberto López de Davalillo, también aprovechaba el momento para llamar la atención sobre la falta de bombistas mayores. Después llegó el momento de entonar el himno a Miranda, que una animada Anthea no dejaba de corear.

Tras el bombazo y el cohete se condujo al santo y al bombo hasta la iglesia de Santa María de Altamira, donde la alcaldesa, el presidente de la Cofradía, la Orden del Bombo, los Sanjuaneros y Bombistas Mayores, así como todos los allí presentes cantaron la Salve popular. Con la imposición del pañuelo a la Virgen de Altamira y a San Juan del Monte, se puso fin a uno de los actos principal de las fiestas.

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