Ayer concluyó en Miranda de Ebro una las ediciones más singulares del festival Ebrovisión. Una edición sin número ordinal asignado en el histórico ebrovisivo, condicionada por las restricciones de aforo, la distancia social y el uso obligatorio de mascarilla. Un episodio que la organización ha calificado como “satisfactorio” en la amplia historia del festival gracias a la colaboración del público, que “ha estado ejemplar en todo momento y ha facilitado con su actitud la compleja tarea organizativa”.

La Asociación Amigos de Rafael Izquierdo, organizadora de Ebrovisión, ha querido agradecer esta implicación de los asistentes, así como la de los músicos participantes, instituciones colaboradoras, patrocinadores, medios de comunicación y personal técnico y de producción. “Todos ellos han contribuido a que esta edición tan exigente también haya sido un éxito”, aseguran desde la Asociación.

Boletos agotados

Alrededor de 2000 personas han disfrutado de las tres jornadas de conciertos, agotando las entradas para los que se celebraron en el Multifuncional de Bayas, el escenario con mayor aforo del festival, que el viernes acogió los conciertos de Tina Pámpano y Sidonie. Allí tuvo lugar el sábado ese esperado reencuentro del público ebrovisivo con La M.O.DA., quienes ofrecieron un generoso despliegue de canciones que basculan entre la inmediatez pop, el punk vaquero, el folk, el heartland-rock, lo épico y lo íntimo. El septeto burgalés dio una nueva lección de entrega y de actitud, desgranando las piezas clave de un repertorio infalible, con hitos como «Barcos hundiéndose», «La Inmensidad», «Los hijos de Johnny Cash» o «Héroes del sábado». Antes de ellos, el cuarteto malagueño La Trinidad llevó su afterpunk combativo y disconforme, que bebe por igual de Buzzcocks y Wire que de Ilegales o Parálisis Permanente. Ruido, electricidad y energía desbordante con amplitud de registro y canciones de las que no se olvidan fácilmente, como «La clase media», «La joya» o «Todos los rumores eran ciertos».

La Fábrica de Tornillos

En La Fábrica de Tornillos, la que continúa siendo la sede más carismática del festival, se han vuelto a vivir matinales para el recuerdo. La del sábado convocó sobre la tarima a uno de los grupos más especiales de nuestro pop subterráneo –Kokoshca– y a una de las bandas jóvenes que más nos ha impresionado en los últimos meses: Menta. El concierto de Kokoshca –reforzados con las teclas de Javi Betacam– fue una demostración de principio a fin. El cuarteto navarro estuvo emocionante cuando bajaba el tempo –»Asia», «Regresando a la ciudad», «Aire»– y vibrante cuando pisó el acelerador, con algunos momentos de apoteosis –»No volveré»– y cierre superlativo gracias al pop mutante de «Himno de España».

La actuación de Menta fue más corta que la de sus predecesores, pero llena de energía y contenido. Se pudo ver a un grupo muy hecho pese a su juventud, con una cantante de peculiar carisma y un repertorio que es una mezcla de arrebato y bascula entre la ansiedad de «Ojalá te mueras» y la inmediatez de «El apartamento». El domingo, La Fábrica de Tornillos fue testigo de la enésima lección de oficio rockero impartida por Corizonas. El grupo que hibrida a los más que conocidos “Los Coronas” y a “Arizona Baby” ejerce un magisterio discreto pero evidente. Músicos de larguísimo recorrido, versátiles y feraces, que conocen los mecanismos del rock and roll al detalle y saben cómo pulsar sus resortes. En Ebrovisión 2021 ofrecieron un concierto amplio que les permitió repasar sus discos previos, algunas de sus versiones favoritas y anticipar una parte del contenido de su tercer álbum. Todo ello con sonido fantástico, ejecución primorosa y la mejor disposición que se pueda imaginar para cerrar esta compleja edición de un festival que gracias al trabajo de la Asociación de Amigos de Rafael Izquierdo enamora al panorama festivalero español año tras año.

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