Hoy se cumplen 50 años desde que el dictador que regía los destinos de España inauguraba de manera oficial la Central Nuclear de Santa María de Garoña. Muchas cosas han pasado desde entonces, entre ellas que la Central, ubicada en el Valle de Tobalina, ha dejado de prestar servicio a la red eléctrica.

La Central de Garoña fue, en el momento de su inauguración, la mayor de Europa en la especialidad de agua ligera, según anunciaba el NO-DO. Su capacidad inicial de producción eléctrica anual se cifró en 3000 millones de kilovatios dadas las limitaciones en cuanto a su tiempo de funcionamiento, una cantidad que tras décadas de mejoras técnicas y de seguridad llegó a producir más de 3700 millones de kw cuando se cesó su actividad en el año 2012. Este cese no sería definitivo hasta su publicación en el BOE, en 2017, siendo ministro el popular Álvaro Nadal.

Mucho tiempo ha pasado desde que Franco inaugurase una central, que en aquel momento recibió a las cámaras de televisión por primera vez. Engalanada con banderas y con sus correspondientes descubrimientos de placas conmemorativas, el dictador y su ministro López Letona inauguraron unas instalaciones que llegaron a dar trabajo directo a más de 700 empleados, entre ellos, muchos mirandeses o afincados en Miranda de Ebro.

El cierre de Garoña

El cierre de Garoña ha supuesto un importante varapalo económico y laboral para la zona del Valle de Tobalina y las comarcas de Miranda de Ebro y Las Merindades. La pérdida, según cálculos estimativos, de más de 1000 puestos de trabajo entre directos e indirectos ha obligado al Gobierno a trazar un “Plan Garoña” que dote a la zona de influencia de la Central Nuclear de alternativas económicas y laborales que permitan la subsistencia de una zona que dependía, en gran medida, de la instalación generadora de electricidad. Un Plan con 22 medidas y que se pretende dotar con 119 millones de euros, pero que aún no ha comenzado a implantarse con fuerza.

Los plazos para el desmantelamiento

El desmantelamiento de Garoña se llevará a cabo a través de dos fases. En la primera, que no se ha iniciado aún a pesar de estar prevista, se procederá al vaciado de la piscina, el desmantelamiento de las turbinas y la preparación de la documentación correspondiente. Estaba previsto que esta fase finalizase en el año 2024.

En la segunda, prevista de 2024 a 2030, se procederá al desmantelamiento del reactor nuclear, su descontaminación y la demolición del mismo. Es esta la fase más delicada, una fase en la que se espera que se pueda contar con mano de obra local. Tras el desmantelamiento, se procederá a la restauración del emplazamiento en el que se ha ubicado durante 50 años el reactor nuclear.

¿En qué fase estamos?

En estos momentos, Nuclenor y Enresa se encuentran aún realizando las labores preparatorias para el inicio del desmantelamiento. Caracterizaciones radiológicas, eliminación de riesgos convencionales o la puesta fuera de servicio de labores que no serán necesarias durante el proceso de desmantelamiento son las labores que están llevando a cabo los trabajadores que a diario siguen acudiendo a trabajar a la planta del Valle de Tobalina.

Queda también pendiente el traspaso de la gestión de la Central por parte de Nuclenor, su propietaria, a Enresa. Enresa ya presentó esta solicitud al Ministerio de Transición Ecológica en mayo de 2020, pero no se espera que la autorización sea efectiva hasta, según las previsiones de Enresa, 2022. Una fecha que el Gobierno tardó apenas meses en corregir para alargarla hasta 2023. A partir de ese momento, comenzaría la ejecución material de la primera fase del desmantelamiento, cambiando todos los plazos previstos hasta el momento.

¿Qué pasa con el combustible consumido en la central?

Una de las actividades de la primera fase de desmantelamiento será la carga del combustible gastado en contenedores y su traslado desde la piscina al Almacén Temporal Individualizado (ATI) de la propia central, así como el desmontaje del edificio de turbina para acondicionarlo como edificio auxiliar de desmantelamiento necesario para la ejecución de la segunda fase.

No se sabe cuánto tiempo permanecerán los residuos en ese espacio puesto que el proyecto que se anunció en 2009 para la construcción de un Almacén temporal centralizado de residuos nucleares de Alta Actividad de España y que se iba a ubicar en el municipio conquense de Villar de Cañas se encuentra actualmente paralizado.

¿Cuánto cuesta desmantelar una central nuclear?

El coste total estimado para las actividades contempladas en todas las fases mencionadas es de unos 468 millones de euros, que procederán del Fondo para la Financiación para actividades del Plan General de Residuos Radiactivos, que gestiona Enresa y que se nutre de la prestación que satisfacen los titulares de las centrales nucleares en explotación. En esta cantidad no se incluye el coste ya incurrido de construcción del ATI ni tampoco los contenedores para el combustible gastado.

¿Cuánto pierde económicamente la zona con el cierre de Garoña?

No hay datos reales que muestren el coste económico que ha tenido para la zona el cierre de la Central Nuclear de Garoña. Son muchos los sectores afectados, no sólo el público. Muchos bares, restaurantes y comercios se han visto y se verán afectados por este cierre, lo que hace imposible catalogar el importe total del cierre.

Un dato sí ha salido la luz. El Ayuntamiento del Valle de Tobalina ha dejado de ingresar 850.000 euros por el cierre de la planta. Un dinero, que aspiran que vuelva a su territorio mediante ayudas que sirvan para encontrar nuevos caminos laborales y económicos para los vecinos de las comarcas afectadas.

Perderá mucho, también, en cuanto empleo directo, pues de los más de 700 trabajadores que empleaba la central en el momento de su cese de actividades, se pasará a un total de 325 personas, según anunció el gobierno en el mes de julio. 325 personas, que en ocasiones vendrán desde otros puntos del país, y que finalizarán su labor y su trabajo una vez desmantelada la Central.

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