El 4 de marzo de 2020 el Mirandés escribía una de las páginas más brillantes de su historia. Pese a caer por 0-1 ante la Real Sociedad en un Anduva repleto, el conjunto rojillo disputaba su segunda semifinal de Copa del Rey en menos de una década. La competición que en 2012 había llevado a los jabatos a ganarse el cariño de todo el país volvía a ser talismán para el equipo que en ese momento dirigía con acierto Andoni Iraola.
Nadie se podía imaginar que ese partido sería el último que el feudo rojillo viviría con público en casi año y medio. En esas fechas la Covid-19 era apenas una amenaza incipiente, los casos se contaban por decenas y nada hacía presagiar que la vida se paralizaría solo diez días después. Y así fue. Los rojillos jugaron cuatro días después en Alcorcón partido liguero, pero el fútbol ya no regresó a Anduva.
No lo hizo en la temporada 2019/2020 cuando se reanudó tres meses después, en junio. Y no lo hizo en la 2020/21, campaña disputada de manera prácticamente íntegra a puerta cerrada en Primera y Segunda División, y también en la Liga ACB.
Han sido 537 días, un año, cinco meses y 19 días sin que las gradas de Anduva reciban a su animosa afición. Año y medio en el que el Mirandés ha jugado con once y no con doce, y año y medio sin público que han impedido que capitanes como Limones y Carlos Julio se despidieran de la afición, o que otros como Marcos André, Merquelanz o Iván Martín recibieran ovaciones a sus destacadas actuaciones.
Ayer, 23 de agosto de 2021, se puso ante el Amorebieta fin a esa situación con la presencia de 2.054 espectadores que han empujado al Mirandés a su primera victoria de la temporada. Se ha hecho, eso sí, respetando las exigencias en cuanto a limitación de aforo (máximo de un 40 por ciento) que permita que entre espectadores se mantenga la distancia de seguridad, y con la prohibición de beber y comer dentro del estadio.
